lunes, 15 de junio de 2015

Una actitud positiva es contagiosa: las neuronas espejo

Todo comenzó en 1991 cuando Giacomo Rizzolati y su equipo investigaban el funcionamiento de neuronas motoras en una región de la corteza cerebral de los monos macacos y uno de los científicos entró con un helado en la mano. Al disponerse a comerlo, la máquina  (conectada al cerebro del macaco) acusó el movimiento del primate aunque este no había comido el helado.

Somos susceptibles, también los humanos, de experimentar lo mismo que otra persona simplemente con la mera observación.

¿Quién es el responsable de estas reacciones? Las neuronas espejo, células cerebrales, sensoriales y motoras,  situadas en la corteza parietal posterior y en el área de Broca, que constituyen el sustrato cerebral de la tendencia automática a imitar, que nos caracteriza a los seres humanos.  Son la base de la capacidad innata de imitación, sin la cual el aprendizaje sería prácticamente imposible.

Este tipo de mecanismos de espejo parece que participan directamente en la comprensión de las conductas de los demás, intervienen en el aprendizaje por imitación y en el procesamiento del lenguaje. La capacidad de imitar es la base de la cultura humana y de la transmisión del conocimiento. Aquí está el origen de la capacidad de empatía, de la vida en sociedad y la cultura. La capacidad de imitar permite no solo reproducir, sino también aprender a una escala individual y posteriormente colectiva. Probablemente primero aprendimos a imitar.

La pregunta que deberíamos plantearnos los docentes es qué implicaciones educativas tienen las neuronas espejo en nuestro desempeño diario en el aula. Por una parte el ejemplo es la mejor forma de educar. El estado emocional del aula depende del profesorado. El alumnnado considera a su profesor o profesora como un referente en lo académico y en lo emocional. La imitación que se produce puede ser espontánea o dirigida. De ahí que el docente pueda guiar el aprendizaje y mostrar modelos en la resolución de problemas, en diversas formas de comunicación, de relaciones personales, de intereses y motivaciones. Y es que, como docentes,  debemos asumir que en el proceso de aprendizaje los valores, las ideas y la actitud del profesorado podrían ser tan importantes como el material que estamos enseñando. Las neuronas espejo lo corroboran.

Como muestra de trabajo cooperativo los alumnos y alumnas con mayores facilidades para desarrollar una tarea pueden colaborar con los compañeros y compañeras que presentan mayores dificultades, favoreciendo el proceso general. Seguramente las neuronas espejo constituyen una parte fundamental de las memorias implícitas. Nos permiten trascender y liberarnos de la genética al reforzar la capacidad de aprender unos de otros.

El aprendizaje de las conductas y de las respuestas emocionales (léase también la convivencia) requiere la imitación y la observación de reacciones ajenas que acaban configurando nuestra propia existencia. Pero la imitación no basta en el proceso de aprendizaje general, porque también necesitamos comprensión y conocimiento de la tarea. En el aprendizaje de una lengua nueva o en la práctica de un deporte, por poner algún ejemplo, la imitación resulta imprescindible. Para mejorar y optimizar el aprendizaje necesitamos también la creatividad (¡tan olvidada!) que requiere inteligencia y conlleva consustancialmente originalidad. Para ser creativo debemos tener asumido el error como parte positiva del aprendizaje.

Con las neuronas espejo podemos entender a los demás y nos vinculan desde el punto de vista emocional. Una de las funciones más interesante y controvertida de las neuronas espejo consiste en permitirnos comprender lo que los otros piensan, son útiles para inferir las intenciones de otras personas. Nos permiten ponernos en el lugar del otro, ser empáticos y sentir lo que el otro siente. Por ello la presencia de las neuronas espejo nos demuestra también que somos seres sociales. A través de un proceso evolutivo continuo, la imitación ha facilitado el aprendizaje cooperativo y la transmisión de la cultura. En este contexto, el descubrimiento de las neuronas espejo supone justamente el de la relación del cerebro y la sociedad, entre un ser humano y otro, entre la individualidad y la colectividad.

Los docentes, a través de las interacciones con el alumnado deberíamos gestionar el proceso de transformación del grupo fomentando el aprendizaje compartido. Deberíamos generar climas emocionales positivos en el aula e intentar que la felicidad sea el verdadero objetivo de la educación.
¡Gracias a las neuronas espejo!

Dolores Pevida Llamazares